El deslizamiento del creyente (parte 2)

«Deslizarse o apartarse», es un proceso gradual en la vida cristiana. El problema principal es cómo la falta de amor hacia Dios y hacia los demás es un signo de que alguien está apartándose. Este deslizamiento tiene tres aspectos principales:

Falta de amor: El amor a Dios y al prójimo es central para la vida cristiana. Sin este amor, la vida puede desviarse en muchas direcciones erróneas. El amor de Dios hacia nosotros debe inspirarnos a mostrar amor hacia Él y hacia los demás. Este amor debe ser un amor de unión, satisfacción y benevolencia. Amor incorrecto hacia uno mismo: La tendencia a amarnos más que a Dios lleva a un amor egoísta, que puede desplazar nuestro amor hacia Dios. El amor al mundo y al propio bienestar puede hacernos olvidar lo que es realmente importante. Se enfatiza que no podemos servir a dos señores: si amamos el mundo más que a Dios, nos alejamos de la verdadera fe. Falta de temor a Dios: La falta de un temor reverente hacia Dios es otro signo de deslizamiento. Antiguamente, ser «temeroso de Dios» era visto como una virtud en la comunidad cristiana. Este temor es esencial para la santidad y mantiene a los creyentes cerca de Dios. La ausencia de temor a Dios lleva a la pérdida de respeto por su majestad y autoridad, lo que hace que el creyente se aleje. Falta de oración: La falta de oración es una señal importante de que alguien se está apartando de Dios. Si una persona no ora, muestra que no está buscando activamente la comunión con Dios. La oración es un medio para experimentar la cercanía de Dios y su respuesta a nuestras necesidades. La oración frecuente fortalece la vida espiritual. Las oraciones deben ser tanto personales como colectivas. Es esencial orar no solo por nuestras necesidades, sino también por las de los demás, y de manera significativa y profunda. La oración colectiva y la unidad: La oración en comunidad es poderosa y ayuda a mantener la unión en la fe. Satanás rechaza la oración en general, pero más aún la oración colectiva, porque es un medio eficaz para enfrentar las dificultades espirituales. La iglesia como cuerpo de Cristo debe unirse en oración, enfrentando juntos las adversidades espirituales y creciendo en unidad y fuerza.

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